Las cuasimonedas han sido siempre una tabla de salvación para gobiernos subnacionales que intentaron disimular el endeudamiento público, con el diferimiento del pago a través de la emisión de bonos. Sin posibilidades de incrementar los impuestos y sin acceso al mercado voluntario de crédito, los gobernadores debieron apelar a la tercera herramienta de finaciamiento: la emisión.
Esta práctica arrancó a mediados de la década de 1980, siendo Tucumán una de las pioneras en la materia al poner en circulación los Bonos de Cancelación de Deudas, nominados en Australes. Posteriormente, con la Convertibilidad, esos papeles pintados fueron nominados en pesos y se mantuvieron hasta 2003, cuando se ordenó el retiro total de los bonos.
La crisis socioeconómica de fines de 2001 alimentó la necesidad de contar con recursos extras para que los gobernadores salieran del paso y no rompieran la cadena de pago. En total una quincena de provincias (incluyendo a Tucumán) apelaron a este tipo de empréstito y hasta el Gobierno nacional emitió un bono de emergencia denominado Letras de cancelación de obligaciones provinciales (Lecop) que circuló paralelamente al peso en varios distritos del país.
En Buenos Aires se establecieron los Patacones; en Córdoba se los denominó Lecor, mientras que en Entre Ríos se los llamó Bonos Federales (BOFE). En Corrientes existió el Cecacor; en Mendoza los Petrom y en Misiones los Cemis. Formosa tuvo también su moneda: los Bocanfor. San Juan las bautizó como Huarpes y Chaco le dio el nombre de Quebracho. Catamarca, a su vez, tenía el bono Ley 4748, mientras que La Rioja tuvo sus Bocade, la misma denominación que se le dio en Tjucumán.
La grilla de provincias emisoras de cuasimonedas se completa con las patagónicas. Tierra del Fuego las llamó Letras, mientras Chubut y Río Negro les pusieron Petrobono.